Por Petter Llanos Villarreal
El día de ayer una gran maestra en la música nos ha dejado para trascender más allá de este mundo. La huella que ha dejado en más de 50 años formando, no solo a futuros músicos sino amantes de la música, es imborrable en todas las generaciones de estudiantes que pasaron por aquella caseta pre-fabricada etiquetada como #coropucp.
Recuerdo que llegué como tantos estudiantes con curiosidad y miedo a querer aprender algo de música dado que en la escuela primaria y secundaria es lo que menos abunda y en la mayoría de los casos es inexistente. Le pregunté a Juanita, «¿aquí es el coro?», y me dijo como a tantos, «bienvenido chiquito», y conversamos por casi 1 hora expresándole mi ignorancia y miedo por la música clásica.
Ella sonreía y se paró inmediatamente y dijo, «no te preocupes, aquí todos vienen a aprender sin saber casi nada y los que creen que saben, saben menos todavía chiquito”. Nos reímos y me enseñó a que partituras debía sacar copias para la práctica.
Juanita cada vez que hablaba de música se movía de un lado a otro, movía las manos, el entusiasmo se sentía en su voz haciendo sentir que descubres algo nuevo, maravilloso, un tesoro. Y créanme que era eso, un tesoro que de la forma más pedagógica y didáctica te llevaba a abrazar esa nueva cultura musical que cada uno de nosotros desarrolló.
Juanita tenía mucha fe en Dios, y la misma fe en todos sus coristas a quienes llevaba paso a paso, práctica a práctica, a llegar a su mejor esfuerzo y performance posible. Todos recordamos sus frases para llevarnos al punto que ella sabía que podíamos lograr: «deja esa voz angolada, abre la boca, sonríe por dentro, levanta el velo del paladar..RESPIRA…mueve el diafragma, vamos ahí!!!» Y en esa exigencia que a veces querías dejar todo, a la vez algo te movía a seguir y de pronto con sus consejos y técnica la voz se levantaba desde adentro, llegaba a la cabeza como ella decía atrás y arriba, y se llenaba todo ese lugar con tu voz resonando como debía ser.
Juanita seguía tocando el piano y emocionaba gritaba » allí, mantente allí», las manos se movían con la emoción de este logro y a veces hasta le veías los ojos brillantes que te decían «lo logramos».
Esta es Juanita, una maestra en toda su esencia que llevó a sus estudiantes al mayor desarrollo musical posible. Su entusiasmo era tal, que ir al coro dejó de ser un curso para ser una pasión, dejó de ser las clases de dos veces por semana para ser el refugio musical donde íbamos todos los días por horas para ensayar hasta estar exhaustos. Allí hicimos varios amigos y aunque hoy muchos están en diversas actividades profesionales, otros aún estudiando, otros viviendo en el extranjero, siempre terminamos preguntando cuando hay una presentación donde todos llegaban para seguir cantando dirigidos por Juana.
¿Qué hacía de especial otra que la busquemos para cantar aunque hayamos dejado la universidad? Brindar mucho amor, pasión por la música y sobre todo creer en ti.
Mi eterna gratitud y amor por esta mujer que dio su vida entera por formar a tantos en la música, por ser cuna importante de un semillero de cantantes y músicos que luego engrandecen nuestro país.
Un abrazo hasta el infinito Juanita, ya estaremos algún día todos en ese lugar cantando juntos otra vez y dirigidos por ti.